domingo, 28 de diciembre de 2008

A modo de conclusión

Las entradas precedentes recogen mis reflexiones acerca de cómo la organización de centros repercute en la configuración real del concepto de comunidad de aprendizaje. La realidad educativa es necesariamente dinámica, por lo que está sometida a un proceso de reorganización constante. En ocasiones, la realidad se adelanta a los procesos formales, de manera que la introducción de cambios organizativos puede venir a reconocer situaciones de hecho antes que a establecerlas. En otros casos, es responsabilidad de las autoridades educativas la reestructuración del modelo organizativo con la aspiración de modificar la realidad para un mejor funcionamiento de los procesos de enseñanza formal. En cualquier caso, es necesario tener siempre en cuenta la relación que existe entre la realidad educativa y la organización formal que subyace y adoptar una posición de inquietud por su mejora y actualización constantes.

Espero que el proceso de reflexión llevado a cabo por el conjunto de alumnos y alumnas de la asignatura sea enriquecedor para todos, no sólo para los que hemos participado en la experiencia, sino también para aquellos que se asomen a nuestros blogs buscando información, ideas u opiniones relacionadas con los asuntos de los que nos hemos ocupado.

sábado, 27 de diciembre de 2008

¿Es posible una comunidad de aprendizaje internacional?

En el momento actual las nuevas tecnologías están aún en proceso de incorporación a la educación formal, por lo que resulta comprensible que algunos de sus posibles usos no hayan sido explotados totalmente. Es posible que una vez que el capital tecnológico con que cuentan la mayor parte de los centros educativos se haya actualizado y que ello haya sido tomado en consideración desde el punto de vista de la organización de centros, las posibilidades que ofrecen serán exploradas más profundamente, lo que puede terminar afectando a nuestra concepción de lo que es una comunidad de aprendizaje.

Si en la actualidad son frecuentes las experiencias de intercambio cultural entre centros educativos de distintos países, por las cuales el alumnado de cada centro se acerca a la cultura del otro visitando la localidad donde se encuentra, conviviendo con sus familias, aproximándose a sus costumbres y también a sus prácticas educativas, ¿no sería posible hoy complementar este tipo de actividades con un intercambio virtual y un co-aprendizaje a través de las nuevas tecnologías?

Imaginemos una experiencia conjunta entre dos centros educativos de dos países distintos, consistente en el establecimiento de un espacio virtual en común: una página web, un foro, un blog. Este espacio podría ser un punto de encuentro en el que el alumnado de los centros implicados entablase un proceso educativo conjunto, en el que, empezando por lo más obvio, se practicasen los respectivos idiomas, pero también tuviesen cabida otras disciplinas del currículum. No se trataría tan sólo de crear una nueva modalidad de alumnado, más amplia y difusa, sino de invitar a los jóvenes a participar de la función docente, acompañando a sus compañeros del otro centro (y siendo acompañados por ellos) en el proceso de enseñanza-aprendizaje: solventando dudas, corrigiendo errores, proponiendo temas de trabajo conjunto e investigación, explicando conceptos, divulgando facetas del patrimonio cultural propio, etc.

De generalizarse experiencias de este tipo estaríamos ante una transformación de hecho del concepto de comunidad de aprendizaje hacia una realidad más amplia y comprensiva, en la que no sólo tendrían cabida grupos geográficamente distantes y culturalmente diversos, sino que en buena medida se diluirían las diferencias entre docentes y discentes, participando el alumnado de funciones que hasta ese momento le corresponderían en exclusiva a sus profesores. Para que proyectos de esta naturaleza, que mejoren lo que yo apenas he esbozado, sean una realidad es necesaria no sólo una mejora tecnológica de nuestros centros, sino especialmente una sensibilización de los distintos agentes implicados, desde las autoridades educativas encargadas de la organización de centros hasta los distintos claustros educativos y su predisposición para proponer iniciativas novedosas.

viernes, 26 de diciembre de 2008

La ampliación de las comunidades de aprendizaje a través de las TIC

Si la tecnología ha transformado el mundo recientemente ha sido, entre otras causas, por la aplicación de innovaciones al campo de la comunicación. Si el mundo era ya un lugar más pequeño debido a las mejoras aplicadas a los medios de transporte, la creación y difusión de instrumentos comunicativos como Internet han venido a aproximar más aún a los habitantes del planeta, ofreciendo iguales oportunidades en el acceso a los contenidos de la red a quienes tienen acceso a ella.

La incorporación de estos instrumentos comunicativos a la educación formal obliga a un proceso de reestructuración organizativa que puede tener claras consecuencias en cuanto a la idea de comunidad de aprendizaje. Piénsese que, como señalábamos en entradas anteriores, el referente educativo básico en la percepción social es el centro educativo. Pero si en cada centro se abren las vías comunicativas adecuadas, sus paredes se ensancharán o, mejor aún, desaparecerán, pudiendo incorporar a otros a los procesos educativos propios y, correlativamente, pudiendo uno incorporarse a procesos educativos geográficamente lejanos.

Cada vez resulta más frecuente que en los centros escolares se trabaje con instrumentos vinculados a internet: correo electrónico, elaboración de blogs, de páginas web, participación en foros, creación de bases de datos on-line, etc. Muchos de esos trabajos, al estar colgados en la red, resultan accesibles a personas ajenas (e incluso lejanas) al centro del que emanan. Es obvio, así pues, que dichos instrumentos resultan óptimos para establecer puentes comunicativos entre comunidades educativas separadas.

Así pues, entiendo que nos encontramos en un punto en el que contamos cada vez con más iniciativas de esta naturaleza y que lo que falta es apenas la coordinación necesaria entre las mismas para que puedan participar de proyectos educativos comunes, conformando una comunidad educativa no sólo más amplia, sino también, en buena medida, de nuevo cuño, integrada por alumnos y profesores de distintos centros, de distintos lugares e incluso de distintos países.

Imagen: Xosé Tomás

jueves, 25 de diciembre de 2008

Breve inciso: una visión crítica de las TIC


La incorporación de las tecnologías de la información y de la comunicación al proceso educativo me parece un reto ineludible si queremos mantener una vinculación necesaria entre la educación formal y el mundo en que vivimos. Ahora bien, creo que esta incorporación debe ser reflexiva y crítica, no fruto de una moda o del seguimiento ciego de una consigna.

Creo que se debe incidir, en primer lugar, en el carácter instrumental de las TIC. Nos referimos a unas herramientas que nos proporcionan una nueva forma de acceder al conocimiento, y ahí, en su validez como instrumentos de trabajo, es donde reside su valor. Dicho de otro modo, no podemos considerar las TIC como un fin en sí, sino como instrumento que nos puede resultar de extrema utilidad en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Por lo tanto, entiendo que el parámetro con el que deben valorarse los instrumentos concretos (programas, aplicaciones, bases de datos, juegos, etc) no es simplemente su condición de herramienta tecnológica de última generación, sino su capacidad para ser vehículo de transmisión de conocimientos y valores educativos. Me temo que existe una cierta tendencia a sobrevalorar herramientas concretas más por su carácter novedoso que por su validez real en términos educativos. Como se señala en el vídeo que incluye esta entrada, la tecnología no puede sustituir al docente, pero tampoco debe superponerse a aquellos campos de conocimiento a cuyo servicio está.

De lo anterior se sigue la necesaria actitud crítica de los equipos educativos a la hora de decidir qué concretas herramientas tecnológicas incorporan a sus procesos de enseñanza y aprendizaje, y también cómo se incorporan, al servicio del desarrollo de qué competencias, en relación con qué conocimientos y procedimientos y sustentándose en qué valores.

La incorporación de herramientas tecnológicas como técnicas supondrá, en buena medida, una sustitución metodológica que también debe llevarse a cabo reflexivamente. Es decir, los equipos educativos deben considerar si la incorporación de TICs debe implicar necesariamente el abandono de otras formas de acceso al conocimiento empleadas hasta ese momento o si, por el contrario, todas ellas son compatibles y merecen seguir teniendo presencia en el aula. Asimismo, conviene que los propios valores que incorporan las TIC como instrumento sean puestos de manifiesto al alumnado para que éste pueda analizarlos críticamente.

En definitiva, se trata de que la incorporación de las TIC a las enseñanzas formales se produzca de manera no acrítica sino reflexiva, haciendo partícipe de esta reflexión al alumnado, de modo que su incorporación se fundamente en una valoración positiva acerca de su utilidad.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Comunidad de aprendizaje y cambio tecnológico


El mundo en que vivimos, especialmente en comparación con nuestro pasado reciente, viene a ser la demostración palpable de la vinculación que existe entre los avances tecnológicos y las transformaciones sociales. En apenas una décadas, el mundo entero y de manera más evidente las sociedades más desarrolladas han experimentado una profunda transformación como consecuencia de la aplicación de innovaciones tecnológicas al campo de la información y de la comunicación.

Es obvio que el mundo de la educación no puede y debe permanecer ajeno al cambio tecnológico. Desde hace años se insiste en la necesidad de incorporar las TIC, tecnologías de la información y de la comunicación, al proceso educativo. Las razones que se fundamenta esta tendencia son claras: las TIC son ya una herramienta esencial de acceso al conocimiento; su presencia en nuestra vida diaria es cada vez mayor, lo que demanda una formación específica para las nuevas generaciones, de modo que puedan hacer un uso completo y consciente de las mismas.

La incorporación de las TIC al proceso educativo conlleva un inevitable cambio organizativo, y ello porque no se traduce en la simple incorporación de una nueva disciplina. Efectivamente, las TIC pueden constituir una nueva materia de estudio, pero su carácter instrumental y su susceptibilidad para ser vehículo de acceso a cualquier campo de conocimiento aconseja una incorporación más compleja. Lo conveniente no es sólo que las TIC se incorporen al currículum como campo de conocimiento sustantivo, sino que cada ámbito de conocimiento de los que ya componen el currículum incorporen las TIC a su método de enseñanza aprendizaje.

De la pluralidad de cambios organizativos que ello implica destaca, en primer lugar, la necesaria adquisición del material tecnológico necesario; principalmente ordenadores, pero también proyectores, pizarras interactivas, etc. Puesto que, en muchos casos, será imposible contar con un equipo por alumno (por ejemplo, ordenador) o, tratándose de herramientas de grupo, de un equipo por aula (por ejemplo, pizarras interactivas), deberá llevarse a cabo un esfuerzo organizativo que permita maximizar el aprovechamiento de la tecnología con que cuenta cada centro. Y no sólo eso, desde cada departamento educativo deberá pensarse la manera de incorporar las nuevas herramientas a la metodología docente de cada materia y de cada profesor.

En suma, la transformación es profunda y con múltiples ramificaciones. Más adelante consideraremos algunas de las posibilidades de este nuevo escenario educativo, sin olvidarnos de que, si la formación de un espíritu crítico es esencial a cualquier proceso educativo, también fenómenos como el que nos ocupan deben ser analizados de manera crítica.

martes, 23 de diciembre de 2008

Comunidad de aprendizaje y escuela inclusiva

Si analizamos la evolución reciente en la composición de las aulas podemos comprender la influencia que tiene la organización de centros educativos en la conformación de la idea de comunidad de aprendizaje. Tanto en la organización formal del sistema educativo como en la percepción popular, el centro educativo ocupa una posición preferente. En consecuencia, tenderemos a considerar miembros de la comunidad educativa a aquellos que tengan cabida en dichos centros y a excluir a los que no.

La organización escolar introducida por la LOGSE incorpora la idea de escuela inclusiva, cuestión ésta que apenas ha sido objeto de matices en reformas educativas posteriores. El sistema de organización precedente partía del establecimiento de un grado de cero de normalidad para el alumnado que tendría cabida en los centros de enseñanza “normales”; aquellos alumnos y alumnas que, por distintos motivos (físicos, psíquicos, sociales, conductuales), se alejasen de dicho parámetro de normalidad se integrarían en centros “específicos”, especialmente diseñados para atender a su especificidad.

La escuela inclusiva introduce un cambio de paradigma de acuerdo con el cual todo alumno posee necesidades específicas que el sistema educativo debe atender en la mayor medida posible. Esto resulta de aplicación tanto a los alumnos y alumnas que hasta ese momento se consideraban “normales” como a aquellos que se presentaban como “específicos”. Se reconoce, así pues, la diversidad del alumnado en sus distintas facetas (capacidades, intereses, situación familiar, conducta, etc) y se asume la necesidad de proporcionar una respuesta lo más ajustada posible a cada caso.

La asunción de este cambio de paradigma posee unas consecuencias fácilmente perceptibles en el sistema de organización de centros educativos. Lo más evidente puede ser la incorporación a centros educativos “normales” de alumnos que hasta ese momento tendrían su lugar en centros “específicos”, siendo probablemente los alumnos con ciertas minusvalías físicas o psíquicas los casos más visibles. Además de las consecuencias que ello conlleva en cuanto a la consideración social de dichos colectivos, la transformación del concepto de “comunidad de aprendizaje” se hace igualmente obvia. Y es que, por más que los centros “específicos” (que aún siguen existiendo para casos determinados) se puedan considerar integrantes del sistema educativo, su grado de perceptibilidad social es considerablemente menor. Dicho de otro modo, el alumnado de centros específicos puede ser formalmente “comunidad educativa”, pero su visibilidad e influencia social son menores. Lo cual, por cierto, merece también una reflexión.

Con estas apreciaciones no intento tanto dilucidar la conveniencia o no de esta transformación en términos estrictamente educativos cuanto llamar la atención acerca de hasta qué punto el sistema de organización de centros educativos viene a determinar la composición de la comunidad educativa.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Comunidad de aprendizaje y entorno social

En los centros educativos encontramos, además de a los discentes y sus familias, a los docentes. Los docentes conforman aquel colectivo en el que la sociedad delega la educación de sus jóvenes en su faceta formal o, si se prefiere, profesional. Los docentes son los especialistas, los profesionales de la educación.

Sin embargo, todos estamos familiarizados con un uso del término “educación” que excede la actividad de profesores y maestros. Sabemos que padres y madres educan, decimos (casi siempre peyorativamente) que la televisión educa y reconocemos que la vida es una gran escuela de la que obtenemos grandes aprendizajes. Todos percibimos intuitivamente la fuerza educativa del ambiente. Visitar una playa, un monte, una piscina, una fábrica, un museo, un estadio, unas ruinas, un barrio, un comercio, una institución… de todo podemos extraer aprendizajes, tanto en conocimientos como en valores. Reconocer capacidad formativa al entorno de la escuela supone ampliar el concepto de comunidad de aprendizaje, incorporar al mismo a ciudadanos que, sin ser específicamente docentes, poseen una indiscutible capacidad educativa en función de su profesión, de su rol social o de su condición personal.

¿Aprovecha la organización de centros actual la capacidad educativa del entorno del centro? Mucho me temo que si lo hace es en una medida menor a la que sería posible. Apuntábamos que el término “comunidad educativa” se vincula, en su uso espontáneo, al centro educativo. De ello inferimos que los esquemas organizativos vigentes sólo reconocen como educadores a personas directamente vinculadas a los centros. Es cierto que se suelen contemplar salidas culturales, viajes escolares, excursiones, actividades a desarrollar más allá del recinto escolar. Pero no es menos cierto que, al menos desde mi experiencia, estas actividades suelen ser escasas, aisladas, estar poco sistematizadas y convertirse en acciones rutinarias cuya potencialidad educativa permanece, en buena medida, desaprovechada.

La responsabilidad en la apertura de un centro a su entorno y en la incorporación de sus ciudadanos a la comunidad educativa es, en gran medida, de los propios centros. El modelo organizativo diseñado por la Administración educativa tan sólo debe permitirlo, facilitarlo o quizá incluso promoverlo. Pero es en los centros donde mejor se conocen las oportunidades que ofrece el entorno social del centro educativo y es a ellos a quien debe corresponder la iniciativa a este respecto. Desarrollar proyectos en esta línea puede tener costes económicos, pero supone ante todo un esfuerzo de planificación, un trabajo extra que obliga a pensar, organizar, conciliar disciplinas, administrar recursos, secuenciar actividades, incorporar nuevas formas de evaluación, etc. La exigencia es alta, muy alta si se compara con las facilidades que ofrece la actividad docente circunscrita al aula. No obstante, con el tiempo van surgiendo iniciativas cuyo eco social sirve, en buena medida, para poner en cuestión los modelos organizativos menos arriesgados. En la red podemos encontrar proyectos como el del C.P. “Nuestra Señora del Consuelo” de Logrosán o el Colegio Bergamín de Málaga, iniciativas que muestran esquemas de organización a los que subyace una idea distinta de lo que es una comunidad de aprendizaje.

Imagen: Eduardo Urdangaray

domingo, 21 de diciembre de 2008

La comunidad de aprendizaje de un mismo centro

Tomando como referencia un grupo-aula dentro de un centro educativo, si comparamos el caudal de relaciones que vincula a sus miembros entre sí (profesorado, alumnado y padres) con el que los vincula al resto de grupos-aula del mismo centro, la desigualdad se hace evidente. Lo que me parece necesario poner en cuestión no es tanto el notable flujo de relaciones entre los colectivos de un mismo grupo-aula cuanto la inexistencia de vínculos con los grupos ajenos al mismo, aún cuando pertenezcan al mismo centro, a la misma etapa o incluso al mismo curso.

La participación de niños de diferentes secciones, cursos o etapas en actividades educativas conjuntas resulta muy infrecuente, siendo el vínculo menor cuanto más alejados en edad están los grupos. No es de extrañar pues que las relaciones que se suelen establecer entre alumnos de distintas secciones y cursos, cuando vienen filtradas por su pertenencia al grupo, sean de rivalidad y competición antes que de pertenencia y cooperación.

¿Y las relaciones entre niños y docentes? ¿Conocen los alumnos y alumnas a más profesores que aquellos con los que tienen clase? Por otra parte, considerando que la relación de los padres con el colegio viene matizada por la posición de sus hijos en el mismo, deduciremos que también ellos circunscribirán sus relaciones al grupo de docentes, alumnos y familias del grupo-aula de sus hijos. En cuanto al caudal de relaciones entre docentes de un mismo centro, éstas sí suelen ser frecuentes tanto en el ámbito informal como en el formal. Sin embargo, cabe que nos preguntemos qué cantidad de tiempo dedican a poner en común estrategias, principios de actuación o enfoques educativos.

En definitiva, puesto que la escuela constituye el referente educativo más visible para el conjunto de la sociedad, debemos plantearnos si no será posible una forma de organización de la misma menos compartimentada, más integral y participativa que la actual. Abrir canales de relación entre niños, padres y profesores de secciones, cursos y etapas distintas supone fortalecer la idea de centro como una globalidad amplia, diversa y comprensiva, en la que las diferencias (de edad, de capacidades, de intereses) se asumen como una realidad natural antes que como un parámetro para crear divisiones.

sábado, 20 de diciembre de 2008

La comunidad de aprendizaje como grupo-escuela

Decíamos en el post anterior que, en el uso más espontáneo del término, la “comunidad educativa” se identificaba con el grupo-escuela, es decir, con los colectivos implicados más directamente en los procesos educativos de un mismo centro. En cierta medida, es lógico que así sea. La escuela es la instancia educativa más próxima al ciudadano, el primer y más nítido referente. Podemos considerar adecuado y positivo que las estrategias de organización de centros educativos tiendan a estrechar vínculos “hacia dentro”, fomentando en los implicados la sensación de pertenencia a una misma comunidad de aprendizaje. La escuela en sentido genérico (esto es, el centro de educación infantil, primaria o secundaria) es una de las primeras instancias de socialización del niño, el lugar en el que se incorpora a los primeros procesos educativos formales, donde hace sus primeras amistades con iguales, etc. Si algún colectivo debe poseer la noción de pertenencia a una misma comunidad son los implicados en estos procesos, profesores, alumnos/as, padres y madres, en tanto que partícipes de una relación en la que deben conciliarse intereses, expectativas, objetivos, acciones, etc.

Ahora bien, cabe que nos cuestionemos qué tipo de comunidad de aprendizaje tienden a construir aun dentro del grupo-escuela los modelos organizativos más habituales en la actualidad. Y ello porque, aunque en ocasiones puntuales el conjunto de los colectivos mencionados actúe de manera conjunta y coordinada (generalmente, con ánimo reivindicativo y como respuesta frente a situaciones conflictivas), lo más frecuente es la fragmentación en subgrupos, de manera que se da una notable asimetría en las relaciones entre miembros de un mismo grupo-escuela.

De acuerdo con mi experiencia, el modelo organizativo más extendido en nuestro entorno próximo tiende a generar un núcleo de relaciones dentro del grupo-curso y, especialmente, dentro del grupo-aula. Los vínculos entre equipos educativos y familias de un mismo curso y de una misma sección dentro de cada curso son abundantes y sólidos. Sin embargo, no parece haber sido una preocupación de quien ha establecido dicho esquema organizativo el establecer vínculos entre cursos, mucho menos si pertenecen a etapas distintas. La propia organización física de los centros educativos respalda este modelo, de modo que las paredes de las aulas se utilizan para dividir y mantener separados grupos que parecen sometidos a destinos diferentes, por más que participen de un mismo proceso. Las aulas se organizan en pasillos, generalmente organizados por cursos. Se privilegia el contacto directo de los alumnos (y por extensión, de sus padres y profesores) con los miembros de su mismo micro-grupo (curso-sección) en la misma medida en que se les separa de los restantes.

Aunque parezca más fruto de una inercia y una desatención que de una intención explícita por parte de los responsables de la organización de centros educativos, la tendencia a compartimentar grupos dentro de un mismo centro es un hecho evidente cuyo sentido podemos y debemos cuestionarnos.

Imagen: Mario Rojas

viernes, 19 de diciembre de 2008

La comunidad educativa en el uso coloquial

El término “comunidad educativa”, muy próximo al que aquí manejamos, es frecuentemente utilizado en ámbitos no estrictamente académicos o pedagógicos. Si la prensa o el ciudadano de a pie se valen de él es porque existe una concepción espontánea o intuitiva del mismo, de uso habitual y, por tanto, acerca de cuyo contenido ha de existir el consenso mínimo que posibilita el entendimiento.

¿A qué nos referimos cuando, sin preocuparnos por ser técnicamente estrictos, utilizamos la expresión “comunidad educativa”? Para averiguarlo busco a través de Internet, de manera poco selectiva, titulares de prensa que recojan esta expresión, encontrando ejemplos como los siguientes:

Los comedores escolares se abrirán a toda la comunidad educativa (El Correo Gallego, 26-01-07)
Los miembros de la comunidad educativa de Baio pretenden llegar a “ser iguales en la diversidad” (La Voz de Galicia, 13-01-08).
La comunidad educativa urge una reforma integral del colegio de Cela (Faro de Vigo, 6-03-08)
Educación tranquiliza a la comunidad educativa del colegio de Pedrouzos (El Correo Gallego, 11-10-08)

Los ejemplos vinculados, aún perteneciendo a noticias, medios y momentos diferentes, demuestran que el término “comunidad educativa” se emplea en prensa con un significado notablemente unívoco, englobando al colectivo de docentes, alumnos y, eventualmente, padres y madres de un centro de enseñanza. Lo que me parece más significativo de este uso no es tanto los grupos que engloba, que son los más directamente implicados en los procesos educativos, cuanto el hecho de su necesaria pertenencia a un mismo centro. La pertenencia a la “comunidad educativa” se condiciona, de este modo, a la presencia en un espacio físico.

Considerando que las estrategias de organización de centros poseen capacidad para determinar quiénes forman o no parte de la comunidad educativa, debemos concluir que el modelo de organización que ha posibilitado la generalización del término en la acepción señalada tiende a establecer fuertes vínculos entre los sujetos participantes en el proceso educativo dentro de un mismo centro, pero descuida sus ramificaciones más allá del mismo.

Ello nos obliga a hacernos una serie de preguntas: ¿ha de ser esto así necesariamente? ¿No podemos considerar a niños y niñas de distintos centros como integrantes de una misma comunidad educativa si comparten otros vínculos? ¿No pasa lo mismo con los padres y madres? ¿Y con los profesores? ¿No se puede atraer e implicar en la comunidad educativa a otros colectivos?

A intentar responder estos interrogantes dedicamos las entradas siguientes.

Imagen: Eduardo Urdangaray

jueves, 18 de diciembre de 2008

¿Qué es una Comunidad de Aprendizaje?

Si lo que nos proponemos es reflexionar acerca de la influencia de la organización escolar sobre la comunidad de aprendizaje, debemos tratar de definir, aunque sea preliminarmente, a qué nos referimos cuando utilizamos este término.

En una primera aproximación, podría definirse Comunidad de Aprendizaje como aquel colectivo humano que comparte una experiencia relacionada con la educación. Se trata de una definición amplia, que abarcaría en lo personal tanto a grupos humanos que mantienen una relación muy estrecha (el colectivo docente, padres y madres, alumnos y alumnas) como a otros menos próximos (personal de administración y servicios, miembros de la Administración pública educativa); también en lo espacial resulta una definición ampliamente comprensiva, pudiendo considerar incluidos dentro de una misma comunidad a grupos humanos geográficamente lejanos.

No obstante, el sentido común nos indica que la pertenencia a una misma comunidad implica la existencia de unos lazos de comunicación y relación si no intensos, sí al menos frecuentes. Así pues, podemos establecer niveles de concreción en la definición propuesta, entendiendo que, en un sentido más restringido, conforman una comunidad de aprendizaje aquellos colectivos humanos que se relacionan habitualmente entre sí en el marco de una experiencia educativa.

A pesar de esta mayor concreción, los márgenes del concepto siguen siendo aún un tanto ambiguos. No obstante, entiendo que delimitar con total exactitud el alcance del concepto no sólo es muy difícil o imposible, sino que tampoco se ajusta a las necesidades de este proyecto. Precisamente, el propósito del mismo es reflexionar acerca de cómo las diferentes estrategias organizativas de centros escolares han tenido y tienen una vital importancia a la hora de delimitar quiénes conforman en cada caso una Comunidad de Aprendizje. A ello dedicaremos las entradas posteriores.

Imagen: Ricky Hickman

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Bienvenida

Este blog surge como experiencia práctica en el contexto de la asignatura Organización y Gestión de Centros Educativos de la carrera de Pedagogía cursada en la UNED. Su propósito es el de servir como vía de difusión de las reflexiones de su autor sobre el tema propuesto, Los Centros Educativos como Comunidades de Aprendizaje, de modo que se confirme una de las más evidentes virtudes de esta herramienta tecnológica, la de abrir canales para la divulgación de los materiales de producción propia y dar lugar así a una posibilidad de debate, de reflexión y aprendizaje conjuntos.

Por ello, invito a todos los visitantes, y muy especialmente a mis compañeros de carrera, a que participen en los hilos abiertos, consignando sus comentarios, reflexiones y opiniones en los mismos, y me comprometo a contestar a sus intervenciones.

Antes de comenzar, quisiera hacer referencia a algunos aspectos relacionados con la elaboración del blog. En primer lugar, dejar constancia de mi agradecimiento a quienes elaborado aquellos materiales (vídeos, imágenes) que he incorporado al blog sin ser de mi autoría; en la medida de los posible, he intentado que quedaran debidamente acreditados. En segundo lugar, considero que si los blogs resultan útiles en la actualidad es, en buena medida, porque su formato breve y directo resulta especialmente adecuado para nuestro vertiginoso ritmo de vida. Por ello, me he esforzado en ser conciso en mis reflexiones, entendiendo que una extensión excesiva resulta impropia de este formato.

Y para ser consecuente con este propósito, pongo aquí fin a este texto introductorio esperando serles de alguna utilidad.

Sean ustedes bienvenidos.