domingo, 21 de diciembre de 2008

La comunidad de aprendizaje de un mismo centro

Tomando como referencia un grupo-aula dentro de un centro educativo, si comparamos el caudal de relaciones que vincula a sus miembros entre sí (profesorado, alumnado y padres) con el que los vincula al resto de grupos-aula del mismo centro, la desigualdad se hace evidente. Lo que me parece necesario poner en cuestión no es tanto el notable flujo de relaciones entre los colectivos de un mismo grupo-aula cuanto la inexistencia de vínculos con los grupos ajenos al mismo, aún cuando pertenezcan al mismo centro, a la misma etapa o incluso al mismo curso.

La participación de niños de diferentes secciones, cursos o etapas en actividades educativas conjuntas resulta muy infrecuente, siendo el vínculo menor cuanto más alejados en edad están los grupos. No es de extrañar pues que las relaciones que se suelen establecer entre alumnos de distintas secciones y cursos, cuando vienen filtradas por su pertenencia al grupo, sean de rivalidad y competición antes que de pertenencia y cooperación.

¿Y las relaciones entre niños y docentes? ¿Conocen los alumnos y alumnas a más profesores que aquellos con los que tienen clase? Por otra parte, considerando que la relación de los padres con el colegio viene matizada por la posición de sus hijos en el mismo, deduciremos que también ellos circunscribirán sus relaciones al grupo de docentes, alumnos y familias del grupo-aula de sus hijos. En cuanto al caudal de relaciones entre docentes de un mismo centro, éstas sí suelen ser frecuentes tanto en el ámbito informal como en el formal. Sin embargo, cabe que nos preguntemos qué cantidad de tiempo dedican a poner en común estrategias, principios de actuación o enfoques educativos.

En definitiva, puesto que la escuela constituye el referente educativo más visible para el conjunto de la sociedad, debemos plantearnos si no será posible una forma de organización de la misma menos compartimentada, más integral y participativa que la actual. Abrir canales de relación entre niños, padres y profesores de secciones, cursos y etapas distintas supone fortalecer la idea de centro como una globalidad amplia, diversa y comprensiva, en la que las diferencias (de edad, de capacidades, de intereses) se asumen como una realidad natural antes que como un parámetro para crear divisiones.

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