El término “comunidad educativa”, muy próximo al que aquí manejamos, es frecuentemente utilizado en ámbitos no estrictamente académicos o pedagógicos. Si la prensa o el ciudadano de a pie se valen de él es porque existe una concepción espontánea o intuitiva del mismo, de uso habitual y, por tanto, acerca de cuyo contenido ha de existir el consenso mínimo que posibilita el entendimiento.¿A qué nos referimos cuando, sin preocuparnos por ser técnicamente estrictos, utilizamos la expresión “comunidad educativa”? Para averiguarlo busco a través de Internet, de manera poco selectiva, titulares de prensa que recojan esta expresión, encontrando ejemplos como los siguientes:
• Los comedores escolares se abrirán a toda la comunidad educativa (El Correo Gallego, 26-01-07)
• Los miembros de la comunidad educativa de Baio pretenden llegar a “ser iguales en la diversidad” (La Voz de Galicia, 13-01-08).
• La comunidad educativa urge una reforma integral del colegio de Cela (Faro de Vigo, 6-03-08)
• Educación tranquiliza a la comunidad educativa del colegio de Pedrouzos (El Correo Gallego, 11-10-08)
Los ejemplos vinculados, aún perteneciendo a noticias, medios y momentos diferentes, demuestran que el término “comunidad educativa” se emplea en prensa con un significado notablemente unívoco, englobando al colectivo de docentes, alumnos y, eventualmente, padres y madres de un centro de enseñanza. Lo que me parece más significativo de este uso no es tanto los grupos que engloba, que son los más directamente implicados en los procesos educativos, cuanto el hecho de su necesaria pertenencia a un mismo centro. La pertenencia a la “comunidad educativa” se condiciona, de este modo, a la presencia en un espacio físico.
Considerando que las estrategias de organización de centros poseen capacidad para determinar quiénes forman o no parte de la comunidad educativa, debemos concluir que el modelo de organización que ha posibilitado la generalización del término en la acepción señalada tiende a establecer fuertes vínculos entre los sujetos participantes en el proceso educativo dentro de un mismo centro, pero descuida sus ramificaciones más allá del mismo.
Ello nos obliga a hacernos una serie de preguntas: ¿ha de ser esto así necesariamente? ¿No podemos considerar a niños y niñas de distintos centros como integrantes de una misma comunidad educativa si comparten otros vínculos? ¿No pasa lo mismo con los padres y madres? ¿Y con los profesores? ¿No se puede atraer e implicar en la comunidad educativa a otros colectivos?
A intentar responder estos interrogantes dedicamos las entradas siguientes.
Imagen: Eduardo Urdangaray
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